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Antes de 1923 era solo una colina de apenas 500m sobre el nivel del mar. A partir del 13 de julio de ese año, cuando le colocaron las famosas nueve (realmente fueron 13) letras blancas, pasó a convertirse en una de las montañas más famosas y todo un símbolo para el cine. Sí, sabemos que nuestro producto es de película, pero no, hoy no queremos hablaros de cine. Hoy toca hablar de montañas y alpinismo.

Hace años ya que recibimos comentarios de muchos de nuestros amigos que se dedican a esto de la alta montaña, algunos incluso han paseado nuestro producto por el Everest o el Aconcagua, echándolo directamente sobre la nieve.

Es bien conocido que el agua constituye aproximadamente el 60% del peso corporal y que es, por tanto, indispensable para la vida. Durante la actividad del montañero es importante estar siempre bien hidratado. Ya sabéis, en la montaña hay que beber frecuente y abundantemente, ya que la sed no es un buen indicador de la deshidratación. También es conveniente que el agua proporcione las sales minerales que necesita nuestro organismo.

alpinismo

Nuestros sobres de gaseosa en polvo mineralizan el agua gracias a la mezcla de bicarbonato sódico y ácido cítrico, con lo que sumado a su ligereza y facilidad de transporte, convierte nuestros sobrecillos en unos buenos compañeros de ruta alpinista. Además siempre vienen bien por si algo nos ha sentado mal o nos da la temida ‘pájara’ a mitad del ascenso.

En cualquier caso, antes de mineralizar el agua es conveniente asegurarnos de que el agua que vamos a beber está desinfectada; tanto si se trata de derretir nieve como de agua de río. Hay varios métodos, desde el clásico cazo para hervir hasta las modernas pastillas potabilizadoras, pasando por el famoso truco de la lejía.

litines

Hay objetos, sonidos, sabores… que se meten en nuestra memoria para remover los recuerdos y los vínculos que crean. Conocemos la sensación a través del famoso concepto de la magdalena proustiana, que aparece en la obra En busca del tiempo perdido del autor francés Marcel Proust.

Para más de una generación, beber “agua de litines” podría ser la versión líquida de la magdalena de Proust, un viaje íntimo hacia un paraíso perdido…

El consumo de esta bebida en polvo es casi desconocido para las nuevas generaciones, pero los sobrecillos aún siguen vigentes. Como sabéis, vienen presentados en un sobre doble. Uno contiene el ácido cítrico y otro el bicarbonato sódico, pero de litio nada.

¡Eh!, ¿y entonces?

La referencia, del francés lithiné, se debe a la presencia de litio en ciertas aguas minerales cuyas propiedades medicinales estuvieron en boga a finales del siglo XIX y principios del XX. Algunos de los compuestos del litio, por el ejemplo el uratio, se utilizaban en 1840 para el padecimiento de la gota y reumatismo. Se trataba de un elemento al que se le atribuían, además de a las cualidades digestivas, beneficiosas propiedades en la curación de distintas psicopatologías como la manía o la depresión bipolar, considerándose un estabilizador del estado de ánimo.

En aquella época era posible tomarse pastillas de litines, beber agua mineral con litines, etc. El litio, más blando que el talco y menos denso que el agua, tuvo gran predicamento tras su descubrimiento en 1817. De hecho, en una pequeña comuna suiza del cantón de Vaud (Henniez), los químicos de una de las marcas más prestigiosas de agua mienral detectaron la presencia de este metal en las aguas que corrían allí, y pasaron a vender su producto estrella; Eau d’Henniez lithinée. Hace diez años, el grupo Nestlé adquiría la compañía suiza.

En España, la aceptación popular y la inmutable credibilidad humana, hicieron que nuestras farmacias fueran invadidas por suplementos minerales de alto contenido en carbonato de litio, para elaborar agua litinada de la mano de los Lithinés del Dr. Gustin, que tuvieron fuerte presencia en territorio nacional durante la primera mitad del siglo XX y nos dejaron el neologismo litines para referirnos a las papeletas para hacer soda, aunque sin rastro de litio.