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calabaza

Gracias al enorme despliegue comercial y a la publicidad engendrada en el cine durante décadas, en unos días estaremos celebrando una de las fechas más importantes del calendario festivo estadounidense y canadiense. La imagen de niños disfrazados de puerta en puerta pidiendo dulces y golosinas es una imagen que ha quedado grabada en la mente de muchas personas.

Es esta una fiesta curiosa, asociada al naranja calabaza y negro bruja. De origen celta, llegó a formar parte de la tradición pagana tras la ocupación romana hasta que la Iglesia la hizo suya y fue suplantada como festividad católica. Luego llegó la expansión a Norteamérica de mano de los irlandeses y, con ella, la popularidad, tras el primer desfile de Halloween en Minnesota en 1921, ya con El Tigre a pleno rendimiento.

Por sus 101 años de historia, El Tigre ha sido testigo de la evolución de esta celebración y, de todas las curiosidades, nos quedamos con el folklore y la historia de por qué se tallan calabazas y se ilumina su interior. Se trata de una leyenda inspirada en Jack el Tacaño, que por lo visto era un tío de alma corrupta que consiguió engañar al diablo y llegar a un acuerdo con él para que no se llevara su alma. Llegado el momento de su muerte, como el bueno de Jack había sido un poco travieso, no podía entrar en el cielo; pero como había pactado con el diablo no entregarle su alma, tampoco podía ir al infierno. Fue repelido en las puertas del infierno con unas ascuas ardientes arrojadas por el despechado Lucifer, pero Jack, que era muy salao, las capturó con un nabo hueco. Y así pasa sus días, vagando entre los reinos del bien y del mal con su linterna-nabo.

Como sabemos, la tradición aterriza en el nuevo continente de mano de los irlandeses, que una vez allí, se dan cuenta de la escasa cosecha de nabos en esas tierras, y a la vez, se percatan de un excedente en el cultivo de calabazas. Et voilà! Y es por eso que en estas fechas vemos calabazas huecas con velas en el interior.