Imagínate un control de aduanas de cualquier aeropuerto del mundo. Visualiza el momento en que entregas el pasaporte al guardia de seguridad de turno para su verificación. Bien, hasta aquí todo normal. Ahora imagina la misma situación pero, en esta ocasión, eres alguien muy famoso, fácilmente reconocible. Añade además que el nombre por el que te conocen no coincide con el que figura en el pasaporte que entregas al agente. No hace falta que visualices también el hastío y el tiempo perdido tratando de explicar el malentendido.
Algo parecido es lo que ha debido pensar Maurice Micklewhite, un consagrado actor que ha decidido, a los 83 años, cambiarse el nombre de nacimiento por el nombre artístico que venía utilizando desde 1954 en audiciones para trabajar en el cine. Ese nombre es Michael Caine.
El veterano actor empezó siendo Michael Scott en las primeras audiciones, pero al llegar a Londres había otro Michael Scott en la ciudad, por lo que tuvo que buscar otro nombre. Con 21 años, en una conversación telefónica con su agente, este le cuenta lo que hay y le urge a buscar otro nombre. La cabina en la que se mantiene la conversación estaba situada en las puertas del cine y, de pronto, la imagen de un póster del drama naval de Humprhey Bogart asalta la vista de nuestro protagonista; “The Caine Mutiny”. Así lo contaba él hace unos días:
“Estaba enfrente del cine y miré tras el cristal, mi actor favorito es Humprhey Bogart, y está justo ahí, así que…”
Una vez más, el nombre de un artista vuelve a ser cosa del azar. Es curioso esto de poner nombre a las cosas. Es un trabajo de amor que muchas veces pasa desapercibido.
Hubo en España gran afición a hacer gaseosa. El calor, alto, y el precio, bajo, eran dos de los factores que ayudaban. También que sea un producto que guste tanto a niños como a no tan niños. El caso es que durante el siglo pasado se convirtió en un fenómeno local y las técnicas del branding no eran las de ahora, claro.
Como muy bien repasa Ignacio Peyró, muchos optaron por proclamar un cierto orgullo de la raza, como gaseosas Bética, La Cervantina o El Cid, añadiendo el afluente heroico. También son un clásico las familiares, como gaseosas García o Sánchez.
Pero antes de esta afición estaban los sifones, y antes, las gaseosas en polvo, mucho más exóticas. ¿Y qué hay más exótico que un Tigre en 1915?